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lunes, 11 de febrero de 2013

Lista de espera de caballos en el matadero


Los sacrificios de los caballos a los que sus dueños no pueden atender se dispararon en 2012.

Artículo de Pedro Espinosa, tomado de El País.com

El responsable del centro ecuestre Grañena en Jaén, Alfonso de la Chica, muestra
alguno de los caballos abandonados. / JOSE MANUEL PEDROSA

En la infancia de Alfonso de la Chica se agolpan los recuerdos de caballos. Los que tenía su abuelo ganadero. O los que le enseñó a montar su tío, dueño de un picadero. Él se dedicó a los congelados, pero, como si fueran esos rasgos genéticos que saltan generaciones, Alfonso ha vuelto a los caballos gracias a sus hijos, que le han salido jinetes profesionales. Por ellos se reconvirtió y creó hace seis años el centro ecuestre de Grañena, en Jaén. Todo un negocio. “Hubo momentos en los que tuve que poner boxes exteriores para atender la demanda que había”. Eso era antes. Ahora pierde clientes a borbotones y acumula caballos abandonados por unos dueños incapaces de encargarse de los gastos de su manutención. Se niega a sacrificarlos. Pero es un caso excepcional en una región donde la crisis ha disparado las listas de espera para sacrificar animales en los mataderos.

Alfonso de la Chica representa el auge y caída en el mundo de la hípica. Un mundo que ha generado dinero entre una élite selecta, dispuesta a pagar cantidades desorbitadas por caballos de raza, y familias más modestas, pero aficionadas a los equinos, que, en una posición acomodada, han podido pagar la custodia de sus animales y lecciones de monta. Pero en poco tiempo ese negocio consolidado se ha caído. Tan rápido que no ha habido tiempo para reaccionar. Y cuando las prioridades económicas se tienen que ajustar, la salida más fácil ha sido deshacerse de los caballos. La senda del matadero se ha abierto para ellos.

Las estadísticas muestran un escalofriante aumento del número de sacrificios de estos animales. La estadística mensual del Ministerio de Medio Ambiente —la última, del pasado mes de octubre— así lo refleja. En 2009 se mataron oficialmente en España 29.757 caballos. En los primeros diez meses de 2012 el número se elevó a 60.391. El doble. La progresión apunta a que el año pasado pudo terminar en casi 80.000 sacrificios. Y el 27,5% tiene lugar en Andalucía. Dobla la cifra de la segunda comunidad, Castilla y León.

Por el matadero de Sevilla han pasado hasta 500 caballos a la semana. En diciembre, desbordado, cerró por dos meses.

Los datos del ministerio se corroboran con los que ofrecen los mataderos, donde los sacrificios de estos animales han colapsado sus instalaciones. Un ejemplo es Mercasevilla. Allí se estima que se han matado más de 12.000 caballos el año pasado, con picos semanales de 500 muertes. Se ha generado tanta carne que en diciembre el matadero decidió cerrar por dos meses. El destino preferente de esa carne es la exportación, sobre todo, a Francia e Italia. En España no hay tradición, aunque algunas carnicerías especializadas sí la despachan. Algunos nutricionistas la recomiendan por ser blanda y rica en proteínas. 

Llevar un caballo al matadero no es negocio. Así lo asegura Alfonso de la Chica. “Te dan cien euros más o menos. Y si tiene cualquier verruga o defecto en la piel te lo echan para atrás”. Pero es el destino con menos obstáculos para deshacerse del caballo. O eso o como le ha pasado a Alfonso que, en una suerte de dación en pago, se ha quedado con los animales. Así cuida de nueve caballos que no son suyos. Pero lo prefiere a matarlos.

En Grañena conocen bien las historias de los caballistas. Esos que pagaron hasta 18.000 euros por un ejemplar y ahora son incapaces de pagar los 300 euros mensuales que cuesta el pupilaje en el centro, las herraduras y el veterinario. Tienen casos concretos como el de un pequeño constructor que llegó a gastar 25.000 euros en dos machos y una yegua de pura raza española. Los tuvo ocho años para asistir a ferias o romerías. Los machos consiguió venderlos a 1.000 euros. La yegua la regaló.

El centro de Grañena ha recibido caballos del albergue de la asociación CYD Santa María en Alhaurín de la Torre (Málaga). Su presidenta, Concordia Márquez, lleva 17 años al frente. Y admite que este es el peor momento. “Las llamadas de denuncias de abandono han crecido un 400% y las de maltrato, un 200%”, sostiene. Habla desde la indignación. Por la falta de apoyos públicos. Por la insolidaridad. Por el horror que queda impune. “He llegado a denunciar a gente que daba ponis vivos a un tigre y he visto cómo no les pasaba nada”. Su centro establece sistemas de adopción de los caballos que recoge. Pero no hay nadie que los quiera. “Quizá un guiri, que viene y se enamora de uno”, resopla. Así que subsiste con donaciones y pequeñas cantidades de quienes apadrinan un ejemplar. También con gestos como el de Alfonso de la Chica, que se queda con algunos. Pero Alfonso no quiere más caballos. Grañena tiene cabida para 60. Ahora tiene 42 animales y le quedan pocos clientes que paguen. “En la actualidad cualquier centro ecuestre es una ruina”, admite resignado.

Son los Ayuntamientos los que deben velar para que no se maltraten y abandonen animales.

Y como no quiere ver morir a sus caballos, el centro idea soluciones. Por un lado, ha bajado los precios. El dueño del caballo compra la comida y por 100 euros al mes duerme y lo limpian en Grañena. Otra consiste en disponer de fincas públicas o privadas, de monte y pasto, para soltar allí caballos sin dueño. “Se haría de una forma controlada, separando a machos y hembras para que no prolifere la especie, con un periodo de adaptación, con garantías y una supervisión”, detalla Juan Antonio Valle, un colaborador del picadero. Los animales, además, cumplirían una función antiincendios al comerse los pastos sobrantes. De momento, un propietario de una gran finca de Granada se ha interesado.

La presidenta de CYD Santa María saluda estas ideas, pero las ve utópicas. “Para salvar a los caballos hay que hacer otra cosa”. Y su propuesta se resume en una frase: “Cumplir la ley”. Concordia Márquez recuerda que son los Ayuntamientos los que deben velar para que no se maltraten y abandonen animales. Y que debe ser la Administración la que se encargue de esos caballos sin dueño. Pero eso no está ocurriendo. La ley también marca que las multas deberían revertir en centros para acoger y cuidar esos ejemplares. “¿Dónde está ese dinero? ¿Dónde se quedan las sanciones?”, se pregunta. Según sus cálculos, solo con atender sus denuncias en un año los Ayuntamientos malagueños podrían haber recaudado 200.000 euros. Y con ese dinero se podrían buscar sitios dignos.

A los que aman los caballos les escuecen las estadísticas de los mataderos. Por eso reclaman soluciones. Cuentan emocionados que son animales capaces de morir agotados mientras el jinete les pida que siga corriendo. A Alfonso se lo enseñaron de niño. Fue su abuelo el ganadero. En el picadero de su tío.



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