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sábado, 1 de diciembre de 2012

Elefantes y elefantas

1.- El Gobierno de Botswana, o lo que sea, porque a lo mejor aquello no es Gobierno ni es nada, sino una merienda de negros, suspenderá la caza de los elefantes y las elefantas, por hablar igual yo ahora que Bibiana Aído y Milagros Luis Brito y obviar el académico y correctísimo género epiceno o neutro. Es decir, que nuestro monarca se quedaría hoy compuesto y sin cuernos de marfil, de empezar a regir la norma que preserva la vida de un montón de animales salvajes en extinción. Incluidos los elefantes y las elefantas. Yo me pregunto lo que le habrá hecho al rey el pobre elefante abatido. Tendría más derecho a descerrajarles un tiro a los paquidermos que procedan el presentador Carlos Sobera , que fue perseguido por uno de ellos, no sé si porque le cayó mal o porque fotografió a una cría sin su permiso y el de la Agencia de Protección de Datos, que ahora se mete en todo. Como sigamos con estos pixelados faciales, cuando tomemos la foto de una cría de elefante habrá que taparle los cuernos, para preservar su identidad y su intimidad. Este mundo se está volviendo completamente majareta, señoras y señores, desocupados lectores. Y este país, mucho más.
2.- Pero es verdad que ya está bien de matar animales salvajes por puro placer. Déjenlos corretear por esas sabanas, que se busquen la vida y no los molesten. A unos cuantos se les acabará el negocio; probablemente también a ciertos mandatarios africanos que se enriquecen autorizando al rico y poderoso a matar al pobre bruto. Yo detesto la caza y deploro la actitud de esos cazadores que se retratan con sus trofeos, conseguidos siempre en superioridad de condiciones que el animal abatido. Franco , al que le gustaba mucho matar, disparaba contra pobres alces, él parapetado en una garita y con un criado al lado que le cargaba el arma. Así cualquiera. Para hacer la cosa más justa, Fraga tiraba al culo de Carmencita Franco y así permanecía fiel la balanza. Y, para descompensarla, entonces el caudillo organizaba un fusilamiento; y de esta guisa fue discurriendo el régimen, felizmente extinto.
3.- Cuando el monarca sane, ojalá que no le entre el pica-pica y vuelva a hacer de las suyas con los elefantes y las elefantas. Porque, además, Botswana no se lo iba a permitir, aunque siempre hay trucos; digo yo. Habrá que estar vigilantes. Ya fue otra vez a cazar un oso a Bulgaria, o a Rumanía, que yo en el Este me pierdo. Hay que recordarle a don Juan Carlos que al rey godo don Favila lo mató y se lo comió un oso, tras el característico abrazo; porque ya se sabe que hay abrazos que matan. Vamos a estarnos tranquilo y a esperar que el taller le arregle la pieza rota al rey, que buena falta le hace porque el pobre andaba fatal y con muchos dolores. Y que no tenga que ir a cazar en taca-taca.


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