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viernes, 30 de noviembre de 2012

El águila imperial ve la luz

El número de rapaces crece a niveles históricos gracias a la mejora de los tendidos eléctricos


Hasta hace unos años la población de águila imperial en España descendía sin freno. Cada muerte de un ejemplar adulto era una nueva puntilla sobre la supervivencia de la especie. Y muchos morían a los pies de un tendido eléctrico. Desde 1974 han muerto en Andalucía 158 águilas, 101 dentro del parque natural de Doñana. Casi el 40% falleció por electrocución, por la proliferación de postes, sin elementos disuasorios ni aislamientos. El empeño en poner fin a este problema ya ha empezado a dar resultados. El informe Aves y tendidos eléctricos, financiado por Endesa y promovido por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Fundación Migres, revela que, gracias a la mejora en los tendidos, las muertes de águila imperial se han reducido un 62%. El estudio determina que la especie crece ahora como nunca lo ha hecho en su historia.
El autor de esta investigación es Miguel Ferrer, investigador del CSIC en la Estación Biológica de Doñana y presidente de la Fundación Migres. “Los primeros estudios que tenemos son de 1974. Entonces se recogían datos de carácter anecdótico, se apuntaba cada vez que aparecía un ave electrocutada”, explica. Se comprueba desde entonces que la extensión de tendidos eléctricos por toda España provocó un aumento de las muertes. “Cuando empezaron a instalarse y a extenderse no se pensó en las consecuencias que podía tener para algunas especies”, revela Ferrer.
La confirmación del problema llevó en 1991 a la alerta medioambiental y, según el presidente de Migres, a la concienciación de las compañías eléctricas de que tenían que poner soluciones. “Aquí se ha hecho caso a los científicos”, sostiene. Según este informe, desde entonces se han corregido solo en Andalucía 6.560 postes de diseño peligroso a lo largo de 1.446 kilómetros de líneas eléctricas. “Hubo que trabajar en dos líneas: evitar que el problemas fuera a mayores, cambiando el tipo de postes que se instalaba; y modificando o sustituyendo aquellos tendidos que tenían mayores índices de mortandad”.
No había dinero para cambiarlo todo, así que hubo que priorizar. “Está claro que se ha invertido más en parques naturales que en zonas que no están sujetas a ningún régimen de protección”, dice Ferrer. Los nuevos postes han evitado pasos conocidos de aves migratorias y llevan un aislamiento que evita la electrocución cuando el animal se posa. Esto se consiguió aprobando decretos en las diferentes comunidades autónomas. En los tendidos instalados antes de esas normativas, se desarrollaron métodos para señalizaciones anticolisiones y para proteger las aves de los conductores de electricidad.
El informe revela que esas medidas han sido un éxito. “La mortalidad se ha reducido extraordinariamente en una media general del 80%. Esto supone que 15.000 aves al año evitan la muerte en los tendidos eléctricos, más de 1.000 aves de presa”, resuelve el estudio. Y esas medidas han tenido una especial incidencia en Doñana. “La corrección de tendidos redujo en un 95% las muertes de distintas especies. Se ha pasado de 6.000 aves electrocutadas al año, a menos de 300. Las muertes por colisión se han reducido un 91%, de 171 a 21.
El águila imperial es una especie de demografía lenta y una mortandad alta hace que disminuya muy rápido el número de ejemplares
Miguel Ferrer
Pero donde la repercusión de estas inversiones se ha notado especialmente ha sido en la población de águila imperial. La principal causa de la muerte de adultos era la electrocución (40%), seguida del uso de venenos y el declive del conejo, su principal presa. Las medidas puestas en marcha por las compañías eléctricas y el CSIC han permitido reducir la mortalidad un 62%. Y eso ha hecho que el índice de supervivencia de los ejemplares jóvenes se haya incrementado del 17% al 80%.
Miguel Ferrer se muestra especialmente orgulloso. “El águila imperial es una especie de demografía lenta y una mortandad alta hace que disminuya muy rápido el número de ejemplares”. En España se calcula que hay 300 parejas. Se trata de una de las rapaces más escasas y amenazadas. Pero la tendencia a desaparecer se ha dado la vuelta. El ritmo de crecimiento ahora se acerca al 4%. “Esperamos que el censo del año que viene aumente a 400 las parejas. Es el primer respiro que tienen. El mejor momento de su historia desde finales del siglo XIX”. El informe revela que para conseguir estos buenos resultados ha sido necesario invertir unos 150.000 euros al año. En contrapartida, se ha obtenido “el mayor efecto positivo alcanzado nunca por otra medida de conservación”.


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